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    La Unidad de Salud Mental del Hospital Universitario de Torrejón analiza el aumento de malestar emocional, soledad y desesperanza

    • Profesionales de la Salud Mental aseguran que es normal y natural estar triste pero hay que prestar atención a la tristeza más intensa y persistente.

    Con motivo del Blue Monday, celebrado este lunes 17 de enero, y tras casi dos años de pandemia de COVID-19, los especialistas de Salud Mental del Hospital Universitario de Torrejón analizan la incidencia de esta situación global en la salud mental de la población y coinciden: ha aumentado el malestar emocional de los ciudadanos, así como los sentimientos de soledad, abandono y desesperanza. “Es como si una nube negra se hubiera posado sobre el mundo, y nos estuviera quitando la luz, dejándonos a oscuras”, afirma la Dra Helena Díaz, jefa de la Unidad de Salud Mental del Hospital Universitario de Torrejón.

    Además, el impacto de la pandemia en los ámbitos más cotidianos ha incidido en el estado de ánimo de la sociedad: “la mayor parte de las personas, en una medida u otra, han visto modificada su vida en algún aspecto, con cambios a nivel laboral, limitación en las relaciones personales, problemas familiares, afectación de la salud física o pérdida de proyectos”, asegura Marta Rojo, psicóloga clínica del centro

    El problema, alertan las expertas, llega cuando la tristeza se instala en nuestras vidas. “De forma persistente y con una intensidad moderada-elevada, puede provocar disrupciones en el funcionamiento normalizado, y en ese momento podemos decir que se convierte en un problema de salud”, asegura Marta Rojo. Aun así, “la tristeza, en intensidad elevada, es sólo un síntoma de depresión. Sentirse triste y estar deprimido no son sinónimos”, explica la Dra Díaz. De hecho, la depresión provoca síntomas como falta de interés o capacidad para experimentar placer, apatía, insomnio, alteración de la alimentación, pérdida de energía y dificultad para concentrarse.

    Una de las razones que ha provocado el aumento de la necesidad de recurrir a los profesionales de la Salud Mental en estos dos últimos años se debe a que el impacto de la COVID-19 no ha hecho distinciones entre grupos poblacionales. De hecho, Marta Rojo considera que “la tristeza es una emoción primaria, es decir, común a todos los seres humanos y hay personas que pueden tener una manera de ser triste, una tendencia general de sentir y comportarse”. En esta línea la doctora Helena Díaz asegura que “el cuerpo y las emociones son inseparables” y por eso, apunta, “es frecuente observar síntomas físicos en personas que padecen estados de tristeza sostenidos, por ejemplo, problemas gástricos, insomnio, cefaleas, cansancio o fatiga excesivos o pérdida de apetito”.

    Con el objetivo de afrontar momentos de tristeza, ambas expertas aconsejan mantener una vida activa, enriquecida con actividades placenteras y personas que aportan alegría y estimulan la curiosidad. Recalcan la importancia de vivir el momento y sentirse presentes: “intentar parar, pensar en uno mismo, en aquello que ha conseguido, y en compartir, planificar a medio y corto plazo acciones y proyectos que nos ilusionen y fortalezcan”. Como conclusión, subrayan la relevancia de “mantener unos hábitos de vida saludable: ejercicio, dieta, y adecuado ritmo de sueño y afrontar los miedos y pensamientos desde la positividad”.

    Para hacer frente a esta realidad, todos los hospitales del grupo sanitario Ribera han reforzado sus servicios de Salud Mental, ante el aumento de los casos que solicitan atención por parte de los especialistas. Además, el grupo ha puesto en marcha un programa de salud emocional digital, Minds, que permite la atención personalizada y el seguimiento constante de un terapeuta a través de una aplicación que incluye la posibilidad de videoconsultas, un chat y multitud de recursos (audios, textos, técnicas de relajación etc) adaptados a cada caso.

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